Abr 18, 2024

CIAD convoca a las familias a aprovechar la cuarentena y reunirse en torno a la comida

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HERMOSILLO, SONORA,MX.─ La emergencia sanitaria global pone en entredicho la estabilidad social y económica mundial; son días de distanciamiento social. Para estos momentos, la contingencia en México se encuentra en la fase más intensa de propagación del virus, y lo que mejor podemos hacer para contribuir a disminuir el riesgo es quedarnos en casa.

 

Las circunstancias nos invitan a mantener la distancia social, son días de estar hacia adentro; pero el aislamiento no necesariamente es negativo, también puede ser la oportunidad para renovar ciertas prácticas sociales, de convivialidad y comensalidad, como cocinar y comer en casa. Esta convivencia puede ser con la familia, pero también con los amigos, con compañeros o en reflexión y disfrute solitario, dependiendo de cómo nos tocó vivir esta cuarentena.

 

Cualquiera que sea la situación, esto representa la ocasión para gozar, degustar y convivir en torno a la cocina y la comida. Hemos ido perdiendo esta práctica por lo acelerado de la vida moderna y porque el tiempo se volvió una mercancía, y eso no nos ha permitido coincidir en la mesa con toda la familia.

 

La individualización y la simplificación de las comidas es la norma en nuestro diario vivir y poco a poco hemos ido dejando de tener nuestro espacio común, íntimo y familiar, en torno a la mesa. La hemos trasladado al espacio público, y es ahí donde resolvíamos los alimentos, en solitario o en compañía, incluso de la misma familia. Pero la tarea de cocinar queda en manos de los otros.

 

Esta pandemia dividirá a nuestra sociedad en un antes y un después. Quizá el volver a lo básico será una de las respuestas que el ser humano tendrá después de haber superado esta odisea que en algunos países ya es una catástrofe; pero también puede ser una oportunidad de cambio, de mejorar la ecología del mundo, de voltear a ver lo nacional –sin desligarnos de lo global– y reflexionar si estamos preparados como país para solventar este tipo de eventos, tan drásticos como inesperados.

 

Lo que nos demanda la sociedad es estar unidos en torno a un solo fin que realmente importa: ser más humanos y darle valor a la vida, y comprender que la frase tan repetida: “no tengo tiempo”, ahora se vuelve contra nosotros y nos deja con todo el tiempo para reflexionar sobre nuestra existencia y nuestra esencia; para reconocer al otro, que es en función de él que soy yo mismo; para cuidarnos tanto a nosotros como a los otros, nuestra familia, nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestros connacionales, nuestro mundo.

 

Por eso ahora la reclusión dentro del entorno doméstico, por el bien de nosotros y el de los otros, se torna un privilegio, que muchos no se pueden permitir, y eso nos invita, además, a desacelerarnos y empezar a vivir a ritmo más lento mientras que la tempestad, tan imprevista como inaudita, termine.

 

Y ahora debemos voltear al espacio privado como un refugio para socializar, sobre todo si tenemos la fortuna de estar aislados en compañía, en un mundo que cada vez más, privilegia la individualidad. Tenemos la ocasión de recuperar la vida en familia, compartir los tiempos que previamente estaban separados, y reunirnos a través de la comida.

 

El cocinar se ha perdido en muchos hogares, a pesar de ser una de las prácticas de mayor trascendencia en las sociedades más tradicionales, y ahora, en estos tiempos convulsos, puede ser un buen momento para regresar a ella. El cocinar en casa nos permite recrear recetas de platillos caseros, aquellos que nos enseñaron nuestras madres, abuelas y tías y que nos recuerdan nuestra infancia, pero también es tiempo de innovar para los jóvenes, quienes buscan sabores nuevos, texturas, colores. Es tiempo de volver a cocinar el arroz de mamá, el caldo de queso de la abuela, comida casera que nos habla de sencillez, de productos locales, de alimentos más saludables.

 

Si por alguna razón no se nos da cocinar, es tiempo de aprender, y hay recetarios y muchos chefs que se han quedado sin empleo porque la socialización en el espacio público está restringida, y ellos nos brindan clases gratis a través de las redes sociales. Conviene aprovechar la parte positiva que nos da la tecnología actual y empezar a cocinar juntos en casa. O también podemos apoyar a la industria restaurantera y pedir desde fuera los alimentos para compartirlos en el seno del hogar, y lograr así la convivencia. Aprovechemos este impasse que el mundo nos da para reconfigurar esos lazos familiares, de amistad, con los allegados y con uno mismo. Aprovechemos ese maravilloso tiempo para retomar la sobremesa, para fomentar la cohesión familiar y, con ella, los vínculos que van a ser necesarios para reconfigurar nuestra sociedad al terminar los tiempos de crisis.

 

El compartir en familia es uno de los rasgos distintivos de una alimentación saludable: comer acompañados supone ejercer nuestra condición de seres sociales y culturales, y seguir construyéndonos con los que queremos, en ese espacio de tranquilidad y privacidad que nos brinda la comida; para gozar y sentirnos bien, amados en los alimentos, sabernos abrazados. Y disfrutar de la creatividad en la hechura de los platillos, paladear y saborear esas confecciones en torno a la mesa, a la comensalidad y la convivialidad con los nuestros y así colaborar a hacer familia y comunidad; y en esta armonía contribuir, además, a fortalecer nuestro sistema inmune en estos tiempos que nos invitan a la sana distancia…

 

Colaboración de Juana María Meléndez Torres, investigadora de la Coordinación de Desarrollo Regional del CIAD

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