Karl Dönitz, el almirante a quien Hitler eligió como su sucesor antes de suicidarse

LONDRES, INGLATERRA. — El 1 de mayo de 1945, el ministro de Propaganda del Tercer Reich, Joseph Goebbels, uno de los colaboradores más cercanos de Adolf Hitler, le envió un telegrama trascendental al almirante Karl Dönitz.
Estaba marcado como «muy secreto» y «urgente», y empezaba anunciando: «El Führer murió ayer a las 15:30 horas».
Si esa frase era inquietante, la siguiente era desconcertante: «El testamento del 29 de abril lo nombra a usted presidente del Reich».
Horas antes de suicidarse, Hitler, el «Führer und Reichskanzler» (o líder y canciller del Reich) lo había escogido como su sucesor, con Goebbles como canciller.
«Por orden del Führer, el testamento le fue enviado desde Berlín a usted, al mariscal de campo (Ferdinand) Schörner y para su conservación y publicación», continuaba.
Y concluía: «El jefe de la Cancillería del Partido Nazi, (Martin) Bormann, tiene la intención de ir a verlo hoy para informarle de la situación. La hora y la forma del anuncio a la prensa y a las tropas le corresponde a usted. Confirme recibo».
Goebbles, sin embargo, no esperó la confirmación: poco después se suicidó junto a toda su familia en el mismo búnker en el que lo había hecho Hitler.
Ni Bormann ni el testamento de Hitler llegaron, pues las fuerzas aliadas ya estaban por todos lados y lo impidieron.
Así, sobre los hombros de Dönitz, inesperadamente para él y para muchos, recayó el destino de la agonizante Alemania nazi.
«Me tomó completamente por sorpresa», escribiría más tarde en sus «Memorias: 10 años y 20 días» (1959).
«Desde el 20 de julio de 1944, no había hablado con Hitler en absoluto, salvo en una gran reunión. (…) Nunca había recibido ninguna pista al respecto de nadie», agregó.
¿Por qué fue él el elegido?
Para entender por qué Dönitz fue elegido es necesario responder antes a otra pregunta: ¿por qué Hitler no señaló a Hermann Göring ni Heinrich Himmler, dos de las figuras más poderosas de la Alemania nazi?
De hecho Göring, as de la aviación de combate quien le ayudó a Hitler a tomar el poder en 1933 y permaneció a su lado mientras el Tercer Reich se expandía, había sido el elegido por el Führer durante años.
En 1941 incluso firmó un decreto secreto señalando que el comandante de la Luftwaffe sería el líder del Reich en caso de ser capturado o asesinado.
Pero el 23 de abril de 1945, cuando todo se estaba desmoronando, Hitler recibió un telegrama sorpresa de Göring, quien estaba a salvo a Berchtesgaden.
Le preguntaba si debía asumir el liderazgo de todo el Reich si Hitler permanecía en la Fortaleza de Berlín.
«Si no recibo respuesta antes de las 10 de la noche, daré por sentado que ha perdido su libertad de acción, daré por cumplidos los términos de su decreto y actuaré en beneficio de nuestra patria y nuestro pueblo», escribió Göring.
Cerraba diciendo: «Sabe lo que siento por usted en este momento tan difícil de mi vida. Me faltan las palabras para expresarlo. Que Dios lo proteja y lo ayude a llegar aquí pronto a pesar de todo».
Hitler, furioso, le respondió a Göring diciendo que había cometido «alta traición», y que si no renunciaba a todos sus cargos, enfrentaría la pena de muerte.
Antes del amanecer del 25 de abril, fue puesto bajo arresto domiciliario.
La segunda opción para asumir las riendas era Himmler, jefe de las temibles SS, que había estado con Hitler desde el principio y se había ganado el apodo de «der treue Heinrich» (el fiel Heinrich) tras años de fanático servicio.
Pero cinco días después de recibir el telegrama de Göring, el Fürher se enteró de que Himmler había intentado negociar con los Aliados e incluso había ofrecido entregar al Ejército alemán en el oeste al general estadounidense Dwight Eisenhower.
Además, había estado dando órdenes secretas sin autorización.
Según testigos presenciales en el búnker, Hitler «se enfureció como un loco».
Tras lo que consideró como deserciones, optó por Dönitz, quien no llevaba tanto tiempo codeándose con la cúpula, pero que se había ganado su respeto por su firme compromiso con la guerra, los ideales nazis y con él.
Mal loco
A pesar de que muchos se sorprendieron con la elección, Dönitz estaba lejos de ser un completo desconocido.
Había hasta aparecido en la portada de la revista Time en 1942 y en 1943, por haber convertido la fuerza submarina alemana en una devastadora máquina de matar.
«Lo que Adolf Hitler no pudo hacer por tierra para detener la marcha de los Aliados hacia las fronteras de Europa, el gran almirante Karl Dönitz, comandante en jefe de la Armada Alemana, se esfuerza por hacer en el mar», decía el segundo artículo dedicado a sus hazañas.
Y esos esfuerzos eran tremendamente exitosos, tanto que, después del fin del conflicto, Winston Churchill confesó: «Lo único que realmente me asustaba durante la guerra era el peligro de los submarinos».
Un peligro manufacturado por Dönitz.
Su profundo interés por todo lo relacionado con los submarinos, conocidos como U-Boot o U-boat, se disparó durante la Primera Guerra Mundial, cuando servía en la Armada Imperial alemana.
Pero en esa conflagración no le fue muy bien.
Unas semanas antes del Armisticio, atacó un convoy británico frente a Malta, pero terminó como prisionero de guerra en Inglaterra, fingiendo locura en vano.
Décadas después le comentaría a Leon Goldensohn, psiquiatra de la prisión de Núremberg: «No sabía nada de la locura ni de cómo fingirla».
«Dos compañeros y yo pensamos que nos ayudaría en nuestros esfuerzos de escape si nos declaraban locos», contó.
«Decidimos imitar a los submarinos. Caminábamos con la cabeza encorvada, haciendo ‘Bzzz, bzzz’ e insistiendo en que éramos submarinos. Los médicos británicos eran demasiado listos. No llegamos a ninguna parte», agregó.
«El aislamiento curó nuestro ‘estado mental’ en un instante».
Lo que no le curó fue las ganas de armar la mayor flota de submarinos de la historia, así tuviera que desafiar el Tratado de Versalles que le prohibía a Alemania poseer esas naves.
Estaba convencido de que los submarinos le hubiesen dado la victoria a Alemania en la Primera Guerra Mundial y creía que lo harían en cualquier otro conflicto venidero.
Así que incluso antes de que los nazis lo nombraran comandante de la primera flotilla de submarinos en 1936, ya se había preparado para reconstruir la Armada Submarina alemana, y dominaba todos los pasos claves del proceso, incluidos los técnicos y los logísticos.
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PUBLICADO EL 04 DE MAYO DE 2025 Con información de BBC LONDRES)