La única solución posible y viable para Palestina es un solo Estado: el Estado palestino

MADRID, ESPAÑA. — Mientras se negocia entre bambalinas la posibilidad de un alto el fuego, Israel asesina a toda prisa a cuantos puede: en sus refugios de papel, entre las ruinas, en las colas escasas de la comida escasa.
Y los testigos presenciales del horror nos cuentan que los niños y niñas se desploman por las calles, desnutridas, deshidratadas y destrozadas emocionalmente para siempre o abrasadas por la siguiente bomba. Y Europa y los EE. UU. no miran para otro lado, no: miran ufanos este delirio criminal, indiferentes al genocidio mientras hacen cálculos de cuánto pueden ganar sus patrocinadores.
Según la relatora de la ONU Francesca Albanese –cita de Canal Red– los patrocinadores de los genocidas son 48 empresas. Bancos, fondos de pensiones y constructoras con la industria militar subvencionan a los asesinos de Israel. Algunos gobiernos como el español, el noruego y el belga no quieren parecer tan malos y se disfrazan de polis buenos, olvidando que esas empresas a las que se refiere la relatora de la ONU también están en estos tres países. ¿Se van a cerrar por eso bancos, constructoras, fondos de pensiones y fábricas de armas en España,
Noruega o Bélgica acusadas de ser organizaciones criminales? Así se puede decir cualquier cosa con lengua de serpiente mientras se sigue comerciando con Israel, siguen abiertas sus embajadas y se le sigue considerando país democrático, ni genocida ni fascista, no: democrático y fiel cumplidor de las leyes internacionales de compraventa y crimen organizado.
Así que el pasado 28 de mayo, el gobierno español, el belga y el noruego se mostraron a favor de la existencia de los dos Estados, defendiendo la idea de un Estado palestino con todas las de la ley. ¿Cómo se recibe esta noticia por el pueblo llano que ve telediarios?
El viejo de la España vaciada expresa su alegría por esa propuesta a los otros viejos con los que juega al dominó en el único bar del pueblo. El más viejo deja caer aliviado un seis doble mientras dice que ya era hora de poner fin a tantos muertos palestinos por culpa de ese Netanyahu, dice el viejo, convencido de que un Estado palestino sería una buena cosa, y alaba la valentía de nuestro gobierno y el de los otros dos por defender que los palestinos tengan su Estado como lo tiene Israel.
El viejo y sus compañeros de partida están de acuerdo en que Israel y su ejército no tienen derecho a matar a tanta gente indefensa, que revuelve las tripas ver telediarios con esas escenas terribles sin que nadie acuda en ayuda de esos desgraciados, dicen, y cuando dejan pasar alguna comida, los matones esperan a quienes van a buscarla para dispararles como si fuesen piezas de caza mayor.
Los viejos de la partida saben de eso, porque fueron cazadores. Un reclamo, y cuando acude la pieza incauta, pum y al morral. Pero cuando se trata de humanos, a los viejos cazadores se les revuelven las tripas. Porque también se enteraron de que las familias no pueden enterrar a sus muertos, que si alguien pretende hacerlo puede ser la siguiente víctima, y los muertos se quedan en las calles, a la sombra de otros muertos, a la sombra de alguna ruina y siempre a merced de los perros. Los perros son los únicos seres vivos en toda Gaza nutridos hasta el hartazgo.
La Guerra de los Seis Días de 1967 y sus consecuencias
Se repite la historia sin ningún pudor
¿Y los niños y las niñas? Van a por ellos, dice el compañero de partida con los ojos húmedos, porque tiene nietos como esos que ven cada día en brazos de sus madres, muertos, heridos de muerte o mutilados. Y ¿cuántos días más durarán sus madres?, se preguntan consternados los viejos de la España vaciada mientras colocan fichas. Desde la barra del bar, el joven médico conocido por su inconformismo escucha con atención los comentarios de los ancianos y decide intervenir. “Para tener un Estado hace falta un sitio habitable y gente, pero en Palestina no hay ya tierra habitable y, en cuanto a la gente, no va a quedar nadie a este paso, porque la han matado o porque la han obligado a irse. ¿No les recuerda esto lo que pasó con los indios americanos? Llegan unos salteadores de países, los matan y se quedan con sus tierras. El imperio americano comenzó con un genocidio”. “Igualito”, asienten los viejos.
En los telediarios no se les cuenta que, mientras se dice reconocer el derecho de Palestina a ser un Estado, se facilita el paso de barcos que llevan las armas y municiones a los soldados que matan a los palestinos de ese modo infame, y que mientras en los gobiernos occidentales se habla de derechos humanos y bla, bla, se prohíbe, se multa o se carga contra quienes se manifiestan por la causa palestina. Y es que en ningún caso están dispuestos, ni Europa ni menos aún los EE. UU., a poner freno al genocidio. El negocio exterminador es más rentable que el petróleo, y los palestinos, al fin y al cabo, son de otro color, otra religión, otra cultura y además son pobres. Así que ¿mejor un Estado israelí aunque sea fascista y acabe con todos ellos? A la gran mayoría de gobiernos del mundo no les preocupa eso.
De Gaza a California: fuerza sin ley
Palestina ya tenía su Estado en 1948
Palestina tenía su Estado en 1948 antes de ser invadida por un ente militar y colonial disfrazado de judaísmo y protegido por Occidente. Y así sigue: disfrazado y protegido.
Hay que dejar claro algo elemental que todos esos señoritos supremacistas pretenden ignorar: existía y existe Palestina, existían y –aún– existen los palestinos, y todo el territorio es Palestina: no es Israel. Israel es un cáncer en Palestina, un okupa que lleva gangrenando el país y el mundo desde 1948. Y como todo cáncer, si se le alimenta, crece. A este se le alimenta con armas, municiones, dinero, comercio y apoyo internacional. Es un cáncer peligroso, sí, y no tiene derecho a existir ni en Palestina ni en Argentina, ni en EE. UU. ni en ningún lado, porque enferma al país donde se instala, lo vacía de derechos y lo llena de cárceles y pobres como ocurre en Palestina y en los EE. UU. de Trump. Así que también la tierra palestina debe ser curada como lo es cualquier organismo enfermo.
Israel no puede ser, no tiene derecho legítimo ni legal al reconocimiento como Estado, y menos como Estado ocupante genocida
La única solución posible y viable para Palestina es un solo Estado: el Estado palestino. Un Estado que facilite el regreso de todos los palestinos exiliados. Un Estado pluriétnico, democrático y sin colonos, donde las tierras y viviendas, saneadas y reconstruidas, les sean devueltas a sus legítimos propietarios.
Será un proceso lento, porque hay mucho destruido, pero todo debe ser renovado en su totalidad por el invasor sionista y sus amigos. Y eso solo lo puede conseguir la acción de todos los pueblos del mundo, y mejor si se unen esos gobiernos árabes cobardes que dejan solos a sus hermanos mientras ven cómo les matan. (¿Hay que recordarles qué dice el Corán sobre la fraternidad musulmana y los infieles?) No es un llamado a la “guerra santa”, sino a poner límites al horror por todos los medios pacíficos y económicos, que son muchos, y conseguir la liberación de un opresor. Ya hemos aprendido lo suficiente con la historia de los EE. UU.: los palestinos no pueden ser los negros de un Israel fascista. De ninguna manera podemos los pueblos consentir eso.
Palestina sin Israel sería la única manera de salvar Palestina de su cáncer y ser un Estado, no un trozo de tierra lleno de ruinas y muertos. De no ser así, de perder esa batalla, solo habrá odio, violencia, segregación, discriminación y pobreza para los palestinos en la noble tierra donde nació Jesús de Nazaret. Esta gente que hoy asesina a niños y niñas como piezas de caza no merece pisar ni un centímetro de esos lugares donde Él pisó. Palestina debe ser liberada.
PUBLICADO EL 12 DE JULIO DE 2025 Con información de Nuevatribuna.com)