Las joyas robadas en el Louvre incluyen los diamantes del cardenal Mazarino

PARÍS, FRANCIA. — El cardenal Mazarino sucedió en el poder al famoso cardenal Richelieu como ministro principal de Francia. El prelado regaló al rey Luis XIV dos valiosos diamantes de la India. Las piedras preciosas formaron parte de las joyas de la corona, pero salieron al extranjero después de la Revolución Francesa.
Napoleón III se empeñó en recuperar los diamantes dispersos y lo consiguió. Esas piedras del siglo XVII volvieron a ser engarzadas en un broche relicario que el emperador regaló a su esposa Eugenia de Montijo. Esa joya de valor incalculable forma parte del botín que los ladrones se han llevado del Museo del Louvre en solo cuatro minutos.
Los diamantes de Mazarino se exhibieron en público en la gran exposición universal de París de 1855 celebrada en el Campo de Marte. Dos de esas gemas forman parte de uno de los broches sustraídos, que destaca por el tamaño de las piedras, un trabajo de la joyería Bapst, firma vinculada a la Casa Bonaparte.
La corona de la emperatriz
La historiadora y experta en joyas históricas de la Universidad Complutense de Madrid, Margarita Pérez Grande, señala a RTVE.es que el valor de la corona de la emperatriz española y esposa de Napoleón III, que los ladrones perdieron en su huida, supera las decenas de millones de euros, pero su valor patrimonial es «incalculable».
Detalla que la corona se realizó en 1855, con la colaboración de dos firmas de joyería Lemonnier y Maheu, una pieza que incluye oro, diamantes y esmeraldas.
La profesora de la UCM indica que las águilas de la corona tienen las alas plegadas o explayadas, lo que recuerda al imperio romano. Los Bonaparte no usan el águila bicéfala austriaca, pero mantienen el remate del orbe y la cruz, que desde la época medieval consagra el vínculo del poder civil con la religión, eco del Sacro Imperio Romano Germánico.
Robadas las joyas de la corona francesa La corona recuperada de la emperatriz Eugenia de Montijo. EFE/ Departamento de objetos de arte del Museo del Louvre
Joyas de Eugenia de Montijo
El joyero de Eugenia de Montijo es el que más ha sufrido con el robo. Los asaltantes se han llevado una hermosa diadema de perlas y diamantes, que es la más antigua de la emperatriz española.
Se trata de una tiara de 1853, firmada por Lemonnier, el joyero de Versalles, con «perlas de alta calidad, prácticamente calibradas, en color y forma, las más pequeñas, y las del remate en forma de gota son impecables. Algo solo al alcance de las cortes europeas», destaca Pérez Grande.
Los ladrones del Louvre han robado también otro vistoso broche de la esposa de Napoleón III, una joya en forma de lazo con diamantes, más llamativo que el relicario, pero con un valor patrimonial un poco inferior. La creación de la pieza en forma de lazo, que se usaba como adorno del corpiño, se debe al joyero François Kramer.
El collar más antiguo
El collar de esmeraldas de la reina María Luisa de Austria es la pieza más antigua que la banda de atracadores ha logrado hurtar. Se trata de una pieza datada en el año 1810, regalo de boda de Napoleón Bonaparte a la segunda emperatriz de Francia, que está acompañada de unos pendientes, también robados.
Pérez Grande explica que entre los conjuntos de joyas, llamados «aderezos» en la tradición española, solían ser piezas habituales: «collar, pendientes, diadema, broche de pecho o brazaletes, según el gusto de la dama», en este caso no está documentada la procedencia de las esmeraldas, podrían ser de Colombia o la India.
La historiadora apunta que cuando María Luisa con su hijo se fue de Francia «tuvo que vender algunos objetos, porque su familia austriaca no se hizo cargo y se vendieron piedras por separado». Añade que, lo único que sobrevive, es el collar con los pendientes, «que hace 20 años, en 2004, lo compró el Louvre, gracias a benefactores del Museo» y ahora ha volado.
Entre las joyas que la banda organizada consiguió sustraer de la Galería de Apolo, tras romper una ventana, destaca un conjunto de una diadema, un collar y unos pendientes de zafiros de Ceilán, nombre antiguo de Sri Lanka.
La experta en gemas detalla que las piedras azules, talladas en facetas, «no están tratadas». En la actualidad, los zafiros se someten a un procedimiento para aclarar el color salvo que la piedra sea «de tantísima calidad y se valore lo que la naturaleza ha creado».
Desde el punto de vista histórico, el conjunto perteneció a Hortensia de Beauharnais, hija de la emperatriz Josefina, casada con Luis Bonaparte, hermano de Napoleón, que fue reina de Holanda durante cuatro años.
Más tarde, las joyas, fechadas en el primer tercio del siglo XIX, pasaron a la esposa de Luis Felipe de Orleans, María Amelia de las Dos Sicilias. Pérez Grande matiza que el conjunto completo tenía más piezas, incorporaba apliques que se cosían a la ropa, como puede observarse en un retrato de la reina en el Palacio de Versalles.
Robo de joyas en el Louvre Diadema, collar y pendientes de zafiros, robados del Louvre. STEPHANE DE SAKUTIN / AFP
Robo por encargo
Los expertos coinciden en privilegiar la hipótesis de que se trata de un robo por encargo de alguien con «muchos recursos económicos», porque las piezas están perfectamente inventariadas y no se pueden sacar al mercado.
La directora de subastas Segre, Mercedes de Miguel, ha asegurado en RNE que son joyas «imposibles de comercializar» porque si se trocean pierden valor. Apunta que «son piedras naturales, no están calentadas para intensificar su color», pero además de la calidad material «multiplican por mil (su precio) por el valor histórico».
En su opinión, si desmontan las gemas, las piedras «no tienen trazabilidad» y podrían desaparecer para siempre. Otra alternativa es que haya sido un encargo para una colección privada, y por último, que los ladrones las hayan robado para pedir un rescate. En este caso, «las joyas volverían a aparecer íntegras».
PUBLICADO EL 20 DE OCTUBRE DE 2025 Con información de AFP/Cristina Pérez))