Sep 26, 2025

NOTAS SUELTAS. Fachadas conmemorativas

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gato pardo

Gato pardo. Imagen Istock

“Si queremos que las cosas sigan como están, las cosas tendrán que cambiar” (El Gatopardo).

 

HERMOSILLO, SONORA, MX. — Ya ve usted que a cada santo se le llega su día, de manera que hablar de las feas experiencias nacionales en eso de la guerra sucia, la eliminación selectiva de opositores al régimen, el vacío informativo y la amenaza verbal y física a los salidos del huacal, ahora en los anchurosos tiempos de la democracia cuatroteísta, es posible.

 

Desde luego que el ejercicio de la libertad de expresión y de información debe ser responsable, correcto, moral y empático, porque aprovecharse de la apertura y las garantías que protegen la verdad es un jodido abuso.

 

Recientemente se conmemoró el aniversario 60 del asalto al cuartel militar de Madera, Chihuahua, en el que murieron 8 de los 13 atacantes, lo que dio el nombre a una de las organizaciones guerrilleras pioneras de la insurrección popular, la “Liga Comunista 23 de Septiembre” (LC23), integrada principalmente por maestros, campesinos y estudiantes.

 

La LC23 adoptaba los ideales de los asaltantes del cuartel, de oposición combativa contra los abusos de los capitalistas que se apoderaban de tierras y su riqueza maderera, lo que constituía una amenaza constante para la vida y patrimonio de los lugareños.

 

El pueblo encontró en los movimientos guerrilleros una respuesta necesaria y obligada frente al gobierno de la burguesía, en el que la ley era objeto de comercio y de influencias, sirviendo de muro de contención a las demandas populares, mediante la demagogia o la represión.

 

A la muerte física se añadió la muerte simbólica al arrojar a una fosa común a los insurrectos, según órdenes del gobernador de ese tiempo, el priista Práxedes Giner Durán, quien exclamó “¿Querían tierra?, ¡échenles hasta que se harten!”  Anonimato y silencio, silencio y olvido por instrucción superior.

 

Actualmente se rescatan los nombres y los hechos, incorporándolos al santoral nacional que se nutre de los excluidos del pasado, como una suerte de reencarnación cívica de los luchadores en un giro retórico que parece cambiar la esencia del pasado por la tersura onomástica del presente.

 

Aplaudimos, pero pocos reparan en el hecho de que los muertos de ayer cayeron por las mismas razones que criticamos hoy. Seguimos teniendo empresas nacionales y extranjeras sangrando el territorio, extrayendo agua y minerales para su provecho, contaminando el aire, la tierra y el agua, favoreciendo el abandono, la ruina y el saqueo impune de las comunidades.

 

Hoy como ayer, las empresas “que invierten y generan empleos” se cobijan en la promesa de prosperidad para el olvidado sur, o de contribuir a la fortaleza de una región económica fuerte y competitiva en el norte del país, de cara a otros bloques comerciales, otras mentalidades y otras maneras de entender el comercio y el progreso, pero en una óptica multipolar.

 

Me parece, sin negar los avances, que la mejor forma de honrar a los luchadores del pasado que clamaban por tierra y libertad, por igualdad y progreso, sería dejar de favorecer al capital transnacional, desarrollar estructuras productivas regionales, atender los reclamos de las comunidades, ahondar en el conocimiento de las prácticas agrícolas tradicionales, respetar la naturaleza y trabajar en armonía con el ambiente, sobre la base de aprovechar racionalmente nuestros recursos y capacidades.

 

Arrasar con los bosques madereros por codicia, comerciar con el agua, contaminar ríos por ambición y poner en peligro la biodiversidad son actos infames de agresión contra la naturaleza y la vida.

 

En el pasado los obreros y campesinos se levantaron por desesperación, porque el sistema ni los veía ni los oía. Ahora, en pleno relanzamiento de la democracia participativa, hay campesinos, obreros y empleados que siguen reclamando algunas migajas de atención, sin condescendencia, sin demagogia, sin frases consoladoras, pero con la seriedad y el respeto que merece el pueblo.

 

Hoy conmemoramos las fechas, los onomásticos, las figuras de bronce, de mármol y el oropel de los reconocimientos del gobierno que garantiza la estabilidad del sistema. Ayer, los muertos de Madera se levantaron contra el sistema y fueron reprimidos por el gobierno. Hoy los campesinos siguen reclamando justicia ambiental y productiva, como consta, entre otros, en el Río Sonora, Bacanuchi y San Miguel, o en la bahía de Ohuira, en Sinaloa.

 

¿Vamos a esperar a ver que quienes se levanten contra los depredadores territoriales y delincuentes ambientales sean arrojados a la fosa común de la inexistencia social y política? ¿Seguirá el gobierno ignorando los reclamos de quienes se opone a las tres presas y el agandalle inmobiliario?

 

Hoy se reconoce la guerrilla del pasado como si fuera el antecedente de un gobierno que se considera progresista, obviando el hecho de que la lucha revolucionaria busca transformar y atacar la raíz de los problemas sociales, mientras que el progresismo de hoy supone avances, pero dentro de los límites del sistema.

 

Es, en esencia, reformista, porque no busca el verdadero cambio sino los retoques de fachada que empiezan y generalmente terminan en el discurso, y el sistema no cambia más que de apariencia.

 

Conmemoramos los 60 años del asalto al cuartel de Madera, y hemos cambiado presumiblemente de régimen, pero no de sistema. Pongámonos cómodos y esperemos o, ya por hartazgo, actuemos en consecuencia.

 

http://jdarredondo.blogspot.com

 

Fecha de publicación viernes 26 de septiembre de 2025

 

 

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