Oct 26, 2025

NOTAS SUELTAS. Hablemos del sistema

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Netanyahu. 15 de septiembre de 2025.UPI-min

Benjamin Netanyahu,primer ministro de Israel

“Miente, miente que algo queda” (Joseph Goebbels).

 

Parece de película. Resulta grosero y repugnante que se den actos de cobardía que parecen cosa de gringos en una de tantas series televisivas. Indigna que alguien atropelle a otra persona y huya del lugar, dejando a su paso una estela de estupidez imposible de evaluar.

 

Cada tanto, la ciudad se ve conmovida por noticias sacadas del fondo del infortunio, de las cloacas de la incivilidad más dolorosa: hay atropellamientos, abusos, acciones de bajeza increíble contra personas o animales que se perpetran a la luz del día, o en las tinieblas del anonimato, demostrando cuan poco hemos crecido como sociedad.

 

Vemos en las noticias de la tele o las plataformas digitales que Gaza sigue siendo el objeto de la furia genocida del ente israelí, de suerte que frente a nuestros ojos desfilan sus soldados y civiles armados disparando por deporte contra palestinos, en una cacería insólita a nombre de un supuesto derecho emanado de la Torá que en este caso les dice que sí pueden y deben matar.

 

Mientras Israel masacra palestinos, el gobierno de Estados Unidos refrenda en nombre de la democracia y las libertades su apoyo incondicional al genocidio, y ofrece la garantía de un flujo ilimitado de armas mortíferas de última generación, refrendando su vocación de ser el proveedor mundial de armamento a cambio de títulos y obligaciones que incluyen la historia, identidad y conciencia de los pueblos.

 

Trump ahora se vanagloria de su lucha contra el narcotráfico: “simplemente los vamos a matar” (https://goo.su/i09zmXc), mientras sus agencias organizan, dirigen, controlan y financian grupos criminales con fines de desestabilización política y, por supuesto, terrorismo a la carta, de acuerdo a los intereses imperiales.

 

Aquí, en la ciudad donde vivimos, podemos morir a causa de un atentado o la acción intempestiva de un imbécil motorizado que pega y huye, igual como pasa a más de 10 mil kilómetros, donde vemos que la vida no vale nada, donde matan a distancia, con misiles o drones, en una confirmación diaria, universal e inmediata de lo cantado por José Alfredo Jiménez.

 

El desprecio hacia el otro y la depreciación de la vida que se proyecta en las cintas televisivas y cinematográficas cala hondo en la conciencia de quienes han crecido en una sociedad que está para engordar cuentas corrientes y crear y satisfacer hábitos de consumo. Los efectos los vemos y leemos todos los días.

 

La acción de destruir una ciudad (en Gaza, Irak o Libia) para luego reconstruirla sirve para obtener a cambio derechos de uso, disfrute y abuso de los recursos naturales y estratégicos de que disponga una región determinada, y expresa la necesidad política de actuar de acuerdo a la pauta dominante. La locura neocolonialista pasa por los yacimientos petroleros, los metales estratégicos, la biodiversidad y la posición geográfica.

 

Mientras el mundo se hace papilla, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y sus múltiples programas, cumplen con ser el papel higiénico que limpia las evacuaciones del imperio. Son un florero y eventual parte del coro hipócrita de plañideras por contrato que aplauden, gimen, proponen, se interesan o lamentan los hechos, de acuerdo a quien les paga, como prostitutas de lujo en un palacio de cristal en pleno Manhattan.

 

El negocio de los derechos humanos y la garantía de las libertades resulta ser el más grande pretexto y estímulo a la carrera armamentista emprendida por Estados Unidos y satélites, así como los tratados de libre comercio devienen en el papel de camisas de fuerza políticas y económicas al crecimiento y desarrollo independiente de las naciones (algunos gobiernos los defienden y hasta solicitan que la camisa sea de su talla).

 

La moral del imperio saca a relucir las ventajas de la hipocresía y la cobarde sumisión de muchos pueblos ante el capital, y su obediencia a políticas necesariamente impulsoras del control de la natalidad frente a la amenaza de la escasez de recursos susceptibles de ser aprovechados por las potencias postindustriales.

 

El mejor ejemplo lo tenemos en las guerras por el petróleo cuyo control se convierte en pretexto para cualquier intervención que refuerce la “seguridad nacional” de Estados Unidos y en las nuevas amenazas que garantizan temor y sumisión a directrices emanadas de organismos económicos y financieros supranacionales.

 

Otro caso es el de la adecuación de las leyes, principios y valores nacionales a las exigencias y expectativas del extranjero, bajo el supuesto de la cooperación internacional, la modernidad y la generación de empleos.

 

Las relaciones comerciales se convierten en modelos de gobierno, políticas culturales y conductuales, en un avasallamiento que mimetiza la identidad de acuerdo al telón de fondo de las relaciones en la lógica del sistema económico dominante. Un sistema en el que dejamos de ser lo que somos en aras de la integración desigual con el norte, asumiendo como enemigos a quienes designa el “socio” principal.

 

Así, los choques, las balaceras, las agresiones, los bombazos y los abusos se denuncian y se dice que merecen ser castigados, pero la rueda de la fortuna sigue girando sobre el eje de la ganancia privada, la satisfacción del capricho, el vicio personal, la impunidad y la simulación en un carrusel de impotencia y miedo.

 

Nos horrorizamos por lo de Gaza, por el último atentado con explosivos o arma de fuego, por el atropellamiento reciente, por el fraude y el robo, por el abuso y la venalidad judicial, sin reparar en el hecho de que cada crisis económica tiene una respuesta psicosocial que altera nuestra idea de vida y normalidad. El sistema que corrompe lo más, corrompe lo menos.

 

http://jdarredondo.blogspot.com

 

Fecha de publicación sábado 25 de octubre de 2025

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