NOTAS SUELTAS. Waldo’s
“Si cree que no le va a pasar a usted, busque a la persona que le pasó” (frase sobre seguridad).
HERMOSILLO, SONORA, MX. — Las empresas de Hermosillo buscan la rentabilidad, la utilidad y ganancia, no el beneficio social y el desarrollo de la comunidad. El dolor por la pérdida de vidas humanas es claramente colateral al progreso de la empresa, es decir, el aumento de los recursos en cuenta corriente siempre va a estar por encima de cualquier otra consideración, si no en el discurso socialmente correcto, sí en la realidad del negocio.
La empresa Waldo´s publicó recientemente un comunicado donde da cuenta de las medidas que está tomando para evitar sucesos como el del pasado 1 de noviembre. Bien por ellos, pero el foco sigue estando puesto en la falta de infraestructura comercial adecuada y segura.
La realidad es que el comercio del centro funciona con infraestructura del siglo pasado y opera como si fuera un conjunto de trampas mortales para consumidores y mirones precarios y optimistas, demostrando que lo barato cuesta caro.
Si bien es cierto que las empresas tienen una parte importante en el reparto de responsabilidades, no se le pueden pedir perlas al olmo, habida cuenta que la empresa privada, cualquiera que ésta sea, tiene objetivos económicos y no es, ni será, una hermanita de la caridad.
El gobierno municipal en primer lugar y luego el estatal tienen bastante que ver con las condiciones en las que los consumidores intercambian sus devaluados pesos por chatarra plastificada, ilusiones comestibles o promesas untables.
La magia del acto de compra responde al deseo de posesión más que a la satisfacción de necesidades vitales, de suerte que el comercio se constituye en el centro de la precariedad tanto nutricional como de vestuario. Así, azúcares, grasas y sal van a la bolsa del mandado tanto como las prendas de vestir que todo mundo usa en el colmo de la originalidad por formato.
La estandarización del aspecto tiene que ver con la de la idea de mundo, valores y derechos, como si la flauta de Hamelin sonara desde las cuevas urbanas que llamamos tiendas, como si las medidas de prevención y actuación en caso de accidente fueran tan audibles como pedo de muerto en medio de la música ambiental de los establecimientos, acabando con la individualidad y las buenas maneras y reduciendo las neuronas a simples manchas proyectadas en la bóveda craneana.
La tragedia de Waldo´s es tema para alguna película oportunista donde el achicharramiento colectivo será el pretexto para las lágrimas de cocodrilo de un empresariado que saliva al descubrir un nuevo nicho de mercado, en el contexto de la precariedad salarial y emocional que nos invade junto con las nuevas series de televisión woke.
Por otra parte, el gobierno que todo lo vigila y que todo lo sabe, que impulsa grandes inversiones en infraestructura hidráulica que, en el caso de los pueblos ribereños del río Sonora nadie pidió, salvo los alucinados aplaudidores del régimen neoliberal, que, vestido de pueblo sin rubor y sin despiste, se niega a poner orden en el desbarajuste urbano, en la densa maraña de intereses donde la tierra, el agua y la vida se miden en la balanza de la oferta y la demanda.
Los organismos que inspeccionan y vigilan el comercio, la seguridad pública, la protección civil son a la carabina de Ambrosio lo que las promesas de mejoramiento urbano al gobierno municipal. Juegan el juego de la seducción mediática, y practican tiro de saliva en la diana de la credibilidad pública.
El incendio de Waldo´s da en el blanco de una definición sin máscaras del estado de indefensión ciudadano, que, en otro caso, equivale al emprendimiento de obras públicas sin sentido y sin consenso. Es el Estado el que hace y deshace, el que afirma y el que niega, en que nos necesita y el que nos desprecia.
Así pues, en el neoliberalismo con maquillaje, tenemos la vida colgada de una ilusión de futuro, en la delgada tela de la confianza pública, con remiendos de partido político, de la seguridad precaria de ciudades donde la infraestructura urbana sólo se renueva cuando sirve al interés privado, y pone al consumidor en la cola de las prioridades, y un incendio se cura con declaraciones lacrimales y promesas de buen comportamiento.
Las víctimas, una vez más, representan la ingenua precariedad de los ingresos modestos, el sudor y las lágrimas de un proletariado aún sin cabeza, la esperanza del cambio, la certeza de una lucha que sigue con rumbo al futuro, que aún no sabe a conquista sino a promesa.
http://jdarredondo.blogspot.com
Fecha de publicación viernes 14 de noviembre de 2025
