May 8, 2024

“Veo a una mujer y parece que trae un letrero: Prohibido tocar”: Gustavo de la Rosa

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«Hay más misterio que crueldad en cualquier mujer… Hay mucho misterio… Parece que las conocemos, incluso a tu pareja, a tu amiga, pero ante una situación, sucede una reacción que no esperabas, totalmente nueva»: Gustavo de la Rosa-Josué

24122015.MÉXICO.MX.ARISTEGUI NOTICIAS.JOSÉ DAVID CANO.— Empezamos hablando de literatura. Eso nos llevó a charlar sobre poesía. Luego, la poesía nos condujo a comparar mitologías (amorosas). Lo que nos orilló a (en efecto) conversar sobre el origen de todo: la mujer. Las mujeres.

Lo cuento como pasó.

Era una tarde de finales de otoño, y en la hermosa Zacatecas un aire frío recorría las calles, colándose entre los callejones empedrados y desde luego entre la ropa. Un famoso café, en el majestuoso centro de la ciudad, hacía las veces de refugio y confesionario.

Horas antes, le había comentado a mi interlocutor, Gustavo de la Rosa Muruato (escritor, traductor, melómano rockero y, sobre todo, poeta), que quería charlar de su quehacer literario, más particularmente de poesía, su más reciente poesía.

Le había explicado —ya que así me pareció— que su poesía poseía un gran poder evocativo, visual y sensorial, ganados por la economía del lenguaje. Para mí, dije, los suyos eran versos llenos de imágenes, escritos por un amante de la concisión, la brevedad y la sencillez.

Por ejemplo, en mi mente no dejaba de revolotear su poema “Ya no te conozco”. Dice así:

Sabía que mirarle a los ojos era imposible,

porque ahí encontraría intemperies sin sollozos,

mareas de aflicción y el incesante deletreo

de una sola frase, dicha de manera recóndita:

«ya no te conozco».

Así que mientras él sorbía poco a poco su bebida caliente, quise dejar en claro mis argumentos. Añadí que era evidente que ciertos temas, constantemente, entraban y salían en su más reciente producción literaria. Está el amor, el enamoramiento, el desamor, el desencanto —le dije—. De igual manera (y desde luego sin dejarlos de lado), había temas más oscuros y lúgubres, también más mundanos y sutiles.

Él me confirmaba con ciertos gestos, o movía su cabeza de un lado a otro en señal de desacuerdo.

Entonces le solté: “Sin embargo, si existe algo que sobresale, ése es el erotismo, y más específicamente, la mujer.”

Gustavo soltó una carcajada, la primera de muchas durante la conversación.

Para usted, le pregunté, ¿qué es la mujer?, ¿qué significa en su universo? Sus ojos —me dio la impresión— se le iluminaron.

“¡Lo es todo!”, me respondió. Y añadió: “Veo a una mujer, y me parece que trae un letrero: Prohibido tocar.”

Gustavo dijo esto, arqueó sus cejas, y volvió a reír de manera cómplice.

Yo traté de ponerme serio, aunque sin mucho éxito. Le dije: pero, entonces, ¿qué representa la mujer para usted?

—Para mí la mujer es todo. Lo poco que sé de la vida, creo, me lo han enseñado las mujeres. Tanto en un entorno familiar, como en un entorno de amistad o de amor. Muchos de los caminos que yo he recorrido, los he peregrinado gracias a las mujeres o por invitación de alguna mujer. Y generalmente han sido caminos con recorrido grato, y con final de película rosa; es decir: con final feliz.

—¿Qué sabe hoy de las mujeres que no sabía antes? —volví a preguntar.

—Lo mismo: no sé nada. Nada. Es imposible. Las mujeres siempre… Bueno, para empezar, debo aclarar que ante ellas soy muy tímido; incluso, ante una mujer que me parece demasiado hermosa, tartamudeo, me quedo paralizado… ¡A mis años, todavía me pasa!, ja-ja…

—No me diga eso…

—En serio… Entonces sé muy poco, en realidad, acerca de las mujeres. Lo que he venido escribiendo, por otro lado, de ninguna forma son anécdotas o biografías… Es decir, es como siempre: comienzas a escribir algo, y se va dando y se va dando y no necesariamente parte de algo concreto, como una anécdota, por ejemplo; ya sabes: a veces surge desde lo abstracto o desde la necesidad de decir… Ahora, que quede claro: no todo lo que escribo es de mujeres felices o de mujeres hermosas; hay situaciones difíciles también, como una mujer en el hospital o una mujer con penas de amor. Así que, insisto: nada, o casi nada, nace de mis vivencias.

—Supongo que uno de los retos es salirse de los tópicos, hablando desde el punto de vista de la mujer como tema poético…

—Pues sí. Aunque pasa algo raro: a mí me han señalado que el tema de la mujer ya está un poco superado, pero no entiendo qué quieren decir con esto. También me han llegado a decir “para qué más poemas de amor”. Imagínate. Bueno, para empezar, no todo lo que escribo son poemas de amor, como te has dado cuenta… En cuanto a la mujer, ¿qué le puedo decir a toda esa gente? La mujer es un tema permanente en la poesía, permanente. El primer gran poema que conocemos en la cultura occidental, La Ilíada, está lleno de mujeres, lleno de mujeres. Y es una fuente para seguir escribiendo…

—¿Y en cuanto a los tópicos?

—Mira, no sé si me haya salido de lo que es usual ahora; de lo que soy consciente es que sí quise salirme de un registro que yo llamo de sentimentalismo de medio pelo. (O sea , aunque esté muy bien peinado, muy acicaladito, a mí no me gusta.) En mis poemas quiero poner un tono que sea a veces áspero, a veces abrupto; de hecho, a veces hasta ingenuo… Si alguno de mis poemas parece de “adolescente”, es porque ésa ha sido mi intención: sonar así; sonar, digamos, un poco fresco ante una mujer. Porque ver a una mujer siempre es un privilegio. Para mí siempre hay ahí una brisa muy fresca y, aunque suene un poco cursi, una especie de suspiro… Cuando es joven, es como ver una mirada llena de vida…

*****

No hay duda que, en la historia de la humanidad, se han escrito una infinidad de cantos, odas, plegarias, pero, al mismo tiempo, injurias y diatribas, en torno a la mujer.

Justamente uno de los poemas de Gustavo de la Rosa Muruato —“La muchacha del verano”— dice así:

Llegó con cilíndricas armonías,

en perfecta definición.

Parece un poco lánguida,

pero tiene clase de verdad.

Cuando camina,

mece calles ociosas,

fascina rostros anónimos,

deletrea vértigos fugitivos.

Acompasada, se apresura,

danza, gira y se desliza;

pródiga, ondea su falda fugaz.

Hasta aquí. Algo queda claro: el poeta zacatecano Gustavo de la Rosa Muruato se ha querido sumar a la amplia lista de vates que han sucumbido ante ella. Ante su inteligencia, ante su sabiduría, ante su indulgencia, ante su misericordia, ante su belleza, ante su juventud, ante su madurez, ante su adultez. Ante la mujer.

En algún momento de nuestra conversación, le lancé una provocación: ¿Son tan crueles las mujeres como nos han hecho creer?

Gustavo soltó tremenda carcajada. Luego, con voz áspera y profunda, dijo: “¡Son peores..!”

Dijo esto, y volvió sobre sus risas.

—Ya hablando en serio —añadió, al cabo de unos segundos—, yo no podría decir que las mujeres son crueles. Yo no puedo hablar mucho de ellas, ya que para mí siguen siendo un tema que aún tiene demasiado misterio. Hay más misterio que crueldad en cualquier mujer… Hay mucho misterio… Parece que las conocemos, incluso a tu pareja, a tu amiga, pero ante una situación, sucede una reacción que no esperabas, totalmente nueva. Yo en la mujer veo mucha poesía. Mucha poesía. Y cuando digo poesía, me refiero a una palabra de amabilidad, a un gesto, a algo cordial; no sólo en la mujer, lo digo refiriéndome a cualquier persona…

—Pero, entonces, ¿cree aún en el poder de la poesía?

—Por supuesto. En este momento, a mí me parece que la poesía que necesitamos no está en las antologías, no está en los libros. Mira, el mundo es cruel, pero creo que merece también otros tipo de calificativos, como bello, optimista, positivo… si únicamente fuera cruel, la sociedad hace mucho tiempo que ya no estaría aquí. Vivimos en una época, desgraciadamente, en donde tienden a banalizar todos los valores, tienden a ser cínicas las relaciones personales, a vaciarlas de contenido… Sin embargo, por aquí y por allá, yo he encontrado gente de una calidad humana extraordinaria, y, al menos para mí, en esto reside la poesía: en una palmada, en una palabra de aliento, en una sonrisa amable cuando caminas por la calle. A mí me sucede con frecuencia que las mujeres guapas me sonríen… Dime, ¿qué más quiero en la vida? Así que sientes ese calor humano, esa amabilidad, que para mí es el germen de lo poético; ahí nace la sutileza de una expresión, de una palabra. O sea, es un matiz que le da mucha riqueza a nuestras vida, en especial tomando en cuenta estos momentos, que vivimos tan agobiados por mil cosa…

—Y si le pregunto: ¿oda o elegía, puede elegir? ¿Se puede optar entre una u otra?

—Es que no son tan diferentes… Yo estoy convencido de que la poesía no es para hacerte sufrir… Aun cuando esté hablando de cosas muy duras, en esa dureza, en esa situación difícil, la poesía, si hay poesía en ese texto, habrá un aliento de vida. Cuando un poema tiene poesía (porque no todos tienen), hay ese aliento de vida, hay ese aliento de esperanza. Y esto es lo que trato siempre de escribir. Cualquier cosa que escribo no termina en una derrota… Siempre existe un matiz ahí de que algo mejor puede suceder.

—¿Y cómo acude ahora, en usted, la poesía? ¿Con la edad resulta más sencillo su creación?

—Sí, ahora me resulta más sencillo; ése es mi caso. Mucho tiene que ver rutina y disciplina. O sea, trato de escribir diario. Desde hace mucho tiempo me impuse la disciplina de escribir diez líneas. A veces son más, a veces son menos, a veces en ese transcurrir de las diez líneas se va configurando un poema que resulta de cuatro o cinco líneas; a veces se va configurando algo más grande que resulta de 15 o 20 líneas. En ocasiones, sin embargo, es totalmente fallido… Por lo regular, dejo reposar estas líneas una semana, un mes, y ya después regreso, y lo que me parecía fantástico, maravilloso, no vale nada, ja-ja. En cambio, a veces cosas que inadvertidamente escribí, encuentro que sí tenían el matiz, la imagen, la fuerza que yo buscaba, y eso se queda… Pienso que ahora administro mejor mi voz, mi ritmo, el cúmulo de imágenes. Creo que tengo más noción de cómo construirlas, aunque me falta mucho, mucho por hacer… y espero hacerlo.

Nota bene: Gustavo de la Rosa Muruato puso en circulación, a finales de 2014, Desde este momento… Ahora, en este 2015, y más en específico hace unos días, presentó El país de las maravillas de noche. Ambos han sido editados por la Universidad Autónoma de Zacatecas. En ambos, también, se frecuentan la mujer, lo femenino, el erotismo, el humor, la libertad.

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